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sábado, 28 de noviembre de 2009




Aquella tarde mi existencia había perdido su sabor descafeinado.
Sentía el corazón latiendo en la yema de mis dedos.
Su eterna sonrisa,mi yo desgranando porciones de vida al azar y el suculento poder ilimitado del lenguaje hacían que se durmiera el miedo de experiencias pasadas.
Siempre hay un minuto en que la vida se muestra amable y nos permite rozar la felicidad,desde el verbo hasta la carne.
Por los siglos de los siglos,amén.

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