Aquella tarde mi existencia había perdido su sabor descafeinado.
Sentía el corazón latiendo en la yema de mis dedos.
Su eterna sonrisa,mi yo desgranando porciones de vida al azar y el suculento poder ilimitado del lenguaje hacían que se durmiera el miedo de experiencias pasadas.
Siempre hay un minuto en que la vida se muestra amable y nos permite rozar la felicidad,desde el verbo hasta la carne.
Por los siglos de los siglos,amén.
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